13 abril 2007

Gluck y su espíritu



Comentarios y entradas vuelven a encontrarse, y una cosa lleva a la otra... hace unos días recordaba yo a los castrati y hoy menciona Antonio en un comentario, un poco más abajo, a Gluck... Mientras escuchamos el ballo de Orfeo y Euridice que tan buenos recuerdos le traen, podéis leer algunas curiosidades sobre este importantísimo compositor (volveremos a ver caras de escepticismo: ¿importante?, profe, ese sí que no me suena de nada).

Cristoph Willibald Gluck. Danza de los espíritus
bendecidos
de Orfeo y Euridice.

Aunque así os lo pueda parecer, Gluck no es importantísimo por haber sido profesor de música de Maria Antonieta, la que fue reina de Francia durante el estallido de la Revolución Francesa, o por haber protagonizado en París la famosa querella de los bufones entre los partidarios de la ópera francesa (cuya defensa apoyó decididamente) y los de la italiana (con Rousseau como cabeza visible); su importancia está forjada en una soterrada labor renovadora cuya huella es visible no sólo en sus magníficas obras, desgraciadamente desconocidas en su mayoría para el gran público porque no abundan sus grabaciones ni se prodigan en las temporadas de ópera, sino también en las de los mejores compositores operísticos contemporáneos (Mozart) y posteriores (Berlioz, Wagner).

Cuando los castrati dominaban el mundo de la ópera, había una serie de convenciones que el público esperaba, los cantantes regalaban a manos llenas y los compositores se veían obligados a cumplir. La voz y su exhibición virtuosística eran a la ópera más o menos lo que ahora los efectos especiales al cine: una auténtica necesidad. Este ansia de demostraciones estaba asfixiando a la ópera, convirtiéndola en un espectáculo vacío y acartonado, falto de buen gusto y de sustancia, en el que la música y el texto habían perdido todo el protagonismo y la teatralidad sólo habitaba en el exhibicionismo más superficial... algunos compositores que no querían doblegarse a la dictadura impuesta por el público y los cantantes empezaron a sentir que los cambios eran imprescindibles. Gluck encabezó esta reforma, e hizo numerosas aportaciones. Lo primero, quiso devolver al texto su papel esencial y a la música su original función: proporcionar la expresividad y la emoción, estar al servicio de la trama y del texto. Renunció por entero al exhibicionismo y a los tan trillados convencionalismos del aria da capo y de los cantantes, especialmente los castrati... aunque curiosamente la partitura que ha perdurado en la memoria del público es un aria da capo que además originalmente fue compuesta para un castrato...

Orfeo ed Euridice. Che farò senza Euridice, interpretada por Teresa Berganza.

Che farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben?
Che farò? Dove andrò?
Che farò senza il mio ben?
Dove andrò senza il mio ben?
Euridice!... Euridice!
Oh Dio! Rispondi! Rispondi!
lo son pure il tuo fedele.
Che farò...
Euridice... Euridice!
Ah! non m'avanza
Più soccorso, più speranza,
Né dal mondo, né dal ciel!
Che farò senza Euridice?...

¿Qué puedo hacer sin Eurídice?
¿A dónde ir sin mi amor?
¿Qué puedo hacer? ¿A dónde ir?
¿Qué puedo hacer sin mi amor?
¿A dónde ir sin mi amor?
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Oh dios! ¡Contéstame! ¡Contéstame!
Pues yo soy tu fiel esposo.
¿Qué puedo hacer...
¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Ah! ¡No recibo
ya socorro ni esperanza
de la tierra ni del cielo!
¿Qué puedo hacer sin Eurídice?...


... y posteriormente adaptada para tenor, en su versión francesa para ser estrenada en la ópera de París.

Orphee Et Euridice. J'ai perdu mon Euridice, interpretada por Juan Diego Flórez.

J'ai perdu mon Eurydice,
Rien n'égale mon malheur;
Sort cruel! quelle rigueur!
Rien n'égale mon malheur!
Je succombe à ma douleur!
Eurydice, Eurydice,
Réponds, quel supplice!
Réponds-moi!
C'est ton époux fidèle;
Entends ma voix qui t'appelle.

J'ai perdu mon Eurydice, etc

Eurydice, Eurydice!
Mortel silence! Vaine espérance!
Quelle souffrance!
Quel tourment déchire mon cur!

J'ai perdu mon Eurydice, etc

He perdido a mi Eurídice,
nada iguala mi desgracia;
¡Cruel destino! ¡Qué fatal severidad!
Nada iguala mi desgracia;
¡No puedo soportar mi dolor!
Eurídice, Eurídice
responde, ¡qué suplicio!
¡Respóndeme!
Soy tu fiel esposo;
escuchas mi voz que te llama.

He perdido a mi Eurídice, etc.

¡Eurídice! ¡Eurídice!
¡Silencio mortal! ¡Vana esperanza!
¡Qué sufrimiento!
¡Qué tormento desgarra mi corazón!

He perdido a mi Eurídice, etc.


El resto de sus aportaciones son de carácter más técnico y por tanto menos evidentes, pero de una indudable modernidad: separa los papeles de violas y violonchelos, otorga a los instrumentos de viento madera mayor protagonismo dotándoles de una voz propia e incorporando los clarinetes a la orquesta, e incluso incorpora sorprendentes efectos con instrumentos de viento metal como los trombones de Divinités du Styx de su ópera Alceste. Escribe con total conocimiento técnico sus orquestaciones, con lo que enriquece el timbre de la ópera, que a partir de él no será nunca más una enrevesada melodía llena de artificio sustentada sobre un endeble armazón orquestal.


Los textos y las traducciones son de Kareol.

SÍ A LA MÚSICA

1 comentarios:

ANTONIO SEGOVIA dijo...

Gracias Marian.
Inmensa, como siempre.
Ah, y gracias también por la música de "La lista de Schindler".